Hay sesudos estudios que nos dicen que en 50 años la inmensa mayoría del trabajo lo van a hacer robots ¿qué hacemos? Las falacias de las estimaciones distópicas las hemos vivido desde hace décadas.
Yo siempre le explico a mis alumnos que, si creyésemos los sesudos estudios a cincuenta años del pasado, hace diecisiete años que nos hemos quedado sin agua, sin petróleo y sin trabajo. Las estimaciones a cincuenta años siempre sufren de los mismos errores. Primero, el presentismo. Tomar la situación actual y exagerarla. Segundo, dulcificar el pasado. No, ningún tiempo pasado fue mejor. Tercero, siempre estimar un futuro imposible y negativo.
La realidad es que hoy, la población mundial ha crecido hasta 7.500 millones, y tenemos más trabajo. El desempleo global está a mínimos históricos, un 5%, la pobreza mundial ha caído a niveles nunca vistos, desde un 80% en 1820 a un 10% actual. La mortalidad infantil se ha reducido a menos de la mitad, de 64,8 muertes por cada mil nacimientos en 1990 a 30,5 en 2016.
La demostración empírica es que los datos de más de 140 años muestran que la tecnología crea mucho más empleo del que destruye, y que es mentira que los puestos de baja cualificación desaparezcan. Se crean otros. Un estudio de Ian Stewart, Debapratim De y Alex Cole muestra claramente que la tecnología desplaza los trabajos más aburridos, peligrosos y duros, es decir, aquellos que no deseamos tener, en cualquier caso, y aumenta muchos más puestos de trabajo en sectores de servicio, conocimiento e interacción humana.
estudios de Deloitte, Ernst / Young y otros también prevén que necesitaremos muchísimos más puestos de trabajo en el futuro en labores de apoyo y servicios adyacentes a la actividad tecnológica. Lo que los profetas del desastre siempre olvidan es que mientras el cliente sea humano, la experiencia e interacción con otros humanos no se reduce. Aumenta.
Nunca apostemos en contra del ingenio humano. El mayor enemigo del profeta del apocalipsis es un ingeniero.
Las sociedades más robotizadas no tienen más paro, tienen mucho menos. Según datos de la OCDE de 2016, Corea del Sur, Singapur, Japón y Alemania tienen los mayores índices de robotización de las funciones laborales (530, 400, 305 y 301 robots por cada 1.000 empleados respectivamente) y un desempleo inferior al 3,9%. Mientras tanto, países que subvencionan los sectores de baja productividad y penalizan fiscalmente la robotización, como Francia, que tiene menos de la mitad de los robots que Corea del Sur o Singapur (127 por cada mil empleados), sufre un paro que triplica a esos países. España tiene menos aún, un 60% menos robots, y cinco veces más tasa de desempleo
La tecnología crea hasta un 40% de empleos no cualificados adicionales a los que destruye, como hemos visto en California, Texas o Illinois y en los países asiáticos.
En Europa, la digitalización se mide a través del índice DESI (Digital Economy and Society Index), elaborado por la Comisión Europea. Dinamarca, Finlandia, Suecia, Holanda, Luxemburgo y Reino Unido son los líderes en economía digital. Todos ellos resaltan por tres factores.
Una altísima libertad económica reflejada en el Economic Freedom Index, una enorme flexibilidad laboral y una alta digitalización y robotización. Todos tienen tasas de desempleo históricamente bajas (inferiores al 6%)
cuatro de los seis países mencionados anteriormente también lideran el ránking de patentes por millones de habitantes en 2017, según la Oficina Europea de Patentes. Se trata de Holanda, Dinamarca, Suecia y Finlandia. No por inversión pública, sino porque más del 60% de la Investigación y Desarrollo es privada
Estudios de la Comisión Europea concluyen que el grado de robotización es capaz de explicar el 19% del incremento del empleo en el sector manufacturero de países como Austria durante los años 2009 a 2012, frente al decrecimiento de países como España, Italia o Portugal, donde la robotización y digitalización está muy retrasada.
La automatización no destruye empleo. Conduce a las economías -especialmente a las desarrolladas -hacia una aceleración de la migración de los trabajadores desde el sector manufacturero hacia el sector servicios; mientras que la digitalización aborda oportunidades rupturistas de mercado basadas en el ecosistema digital y en el negocio de los datos, que ya han sido bautizados como el petróleo del siglo XXI. Es decir, hace a las economías más fuertes, mejora la masa salarial y reduce los puestos de trabajo arriesgados. Ninguno de estos fenómenos es una amenaza para el mercado laboral.
Lo que se está produciendo, y se acentuará en los próximos años, es un proceso de migración desde sectores de baja productividad e intensivos en mano de obra no cualificada que desarrolla tareas rutinarias y peligrosas, hacia sectores orientados a servicios, a interacción personal, con distintos niveles de cualificación, pero no necesariamente solo alta preparación, donde la formación será un elemento esencial.
El presentismo, exagerar lo que consideramos una amenaza hoy, siempre nos lleva a equivocarnos. A los ciudadanos les encanta el progreso, pero temen el cambio. Queremos mejorar, pero somos extremadamente conservadores. No es una sorpresa que los que se autodenominan “progresistas” sean los más regresistas. Quieren recuperar 1975, y están en contra de la globalización, del comercio internacional, de la tecnología a la que quieren cargar de impuestos y de las técnicas disruptivas. Son los que subvencionan los sectores de baja productividad penalizan a los de alta productividad vía impuestos, y luego se rasgan las vestiduras porque no cambia el modelo productivo.
Pero introducir miedo en la sociedad es muy rentable políticamente. Nos dicen que estamos condenados por una amenaza imparable y que “esta vez es diferente”, y que tenemos que ceder más libertad y darle más dinero a cambio de una seguridad que ni pueden ni saben dar. Pero, cuando fracasan, ya nos han puesto los grilletes. La renta básica, las subvenciones con el dinero de los demás y el asistencialismo son las excusas de la élite política para mantener a ciudadanos obsoletos y clientes rehenes. Los retos de la digitalización se afrontan con formación y liderando la carrera tecnológica, no prometiendo paguitas que luego desaparecen bajo el yugo de la inflación y el estancamiento económico.
La inteligencia artificial, la robotización y la digitalización no solo van a hacer el mundo mejor, y crear más y mejor empleo para todos. Afortunadamente, también son la llave que nos librará de los salvapatrias y solidarios con el dinero de los demás.
El futuro va a ser espectacular. No lo duden. Los robots no nos van a quitar el trabajo. Los políticos, sí.
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