El Viejo Continente cada día lo es más.
La última década ha visto un desplome de las tasas de natalidad en casi todos los países ricos.
en 2016, las mujeres nacidas en España tuvieron 100.000 hijos menos que en 1939, el peor año en términos demográficos de la Guerra Civil.
Cuando este tema se pone sobre la mesa, casi siempre aparecen las mismas explicaciones: unos apuntan a la falta de guarderías, otros a las reducidas ayudas a la familia en relación con las que se otorgan en otros países de la UE, hay quien se fija en la tasa de paro (sobre todo femenino) o incluso en las diferencias en renta y riqueza con respecto a los países del norte de Europa. Pero hay algo que no cuadra: sí, en España este problema es más acusado y las cifras son más bajas que en casi cualquier otro país europeo… pero no hay que confundirse: incluso en aquellos más ricos, con políticas de natalidad más generosas o con más empleo femenino, la natalidad está desplomándose.
Si alguien pensaba que el desplome de los últimos años podía estar relacionado con la crisis, un vistazo a los datos de Eurostat deja pocas dudas al respecto. Las cifras de natalidad siguen cayendo en la gran mayoría de los países. Y en los que se observa un repunte (como Alemania), éste parece más asociado a la llegada de inmigrantes que a un cambio de actitud de la población nativa.
Como puede verse en el cuadro de arriba, tras un descenso muy pronunciada entre 1960 y 1990, hubo algunos países que se recuperaron algo en lo que hace referencia al número de nacimientos entre 1990 y 2010. Pero aquello ya terminó. En la última década, sólo Alemania, Austria y algunos países de la Europa del Este (en los que la natalidad se había desplomado con anterioridad) han incrementado un poco sus cifras. El resto ha visto una caída constante en los datos. Y nada apunta a que pueda haber un cambio de tendencia.
En el siguiente cuadro tenemos las tasas de fecundidad de los países ricos de la UE y de algunos otros (Suiza, Noruega, Islandia) que sin ser del club comunitario también se suelen poner como ejemplo. Los datos nos dicen que, efectivamente, el problema es muy grave en el sur de Europa: Grecia, Italia, España y Portugal, tienen unas cifras paupérrimas. Pero no nos engañemos, en ningún país se llega a los 2,1 hijos por mujer que se considera como tasa de reemplazo y salvo algunas excepciones (Francia, Irlanda, Suecia) casi todos se mueven en la horquilla 1,4-1,7 hijos por mujer, muy lejos de aquel nivel.
Ni el paro ni la renta pueden explicar estos datos. Hablamos de países muy ricos: mucho más, desde luego de lo que eran estos mismos países cuando los padres y abuelos de sus actuales habitantes tenían 3 y 4 hijos por familia.
En este punto, la corrección política suele mirar a las ayudas a la maternidad-paternidad. Y tampoco. El caso de Holanda, por ejemplo, es paradigmático. Como nos explicaba Macarrón, hablamos de un país con pleno empleo técnico (o casi) y en el que se trabaja poco, en comparación con otros países ricos o con las horas trabajadas hace 30-40 años. El empleo a tiempo parcial es casi lo normal (entre las mujeres es mayoritario). Y no hablamos de trabajo a tiempo parcial como el que entendemos en España (en nuestro país lo asociamos con precariedad y falta de alternativas): la gran mayoría de los trabajadores que en Holanda tienen estas jornadas reducidas lo han escogido así de forma voluntaria. En todos los sectores y categorías profesionales es habitual y no está mal visto tener una jornada reducida por las razones que sean. Pues bien, la tasa de fecundidad no llega al 1,7.
También podemos mirar a Suecia, el país que se pone como ejemplo en estas cuestiones. En este enlace, Eurostat plantea una panorámica de cómo viven hombres y mujeres en la UE. El país nórdico tiene los mejores datos en tasa de empleo femenino entre los 15 y los 64 años (74,8%), algo que se repite cuando se tienen en cuenta circunstancias como el número de hijos. La tasa de paro femenina está en el 7,3%, muy cerca del 6,5% para los hombres y entre las más bajas de Europa. Y más del 33% de las suecas trabajan a tiempo parcial: la gran mayoría, como en el caso de Holanda, de forma voluntaria.
Si analizamos las ventajas legales que se otorgan a las familias, el panorama también parece inmejorable. En esta web, el propio Gobierno sueco lo explica: "En Suecia, los padres y madres tienen derecho a hasta 480 días de permiso de paternidad-maternidad. Durante 390 de esos 480 días, los padres percibirán el 80% de su paga (en los otros 90 días, reciben una tarifa plana). El permiso de maternidad-paternidad se puede coger en cualquier momento hasta que el niño cumple ocho años. Y si una familia tiene más de un hijo puede acumular los permisos. Además, los dos padres tienen derecho a reducciones de jornada de hasta el 25% de su horario hasta que el niño cumple ocho años. De los 480 días por hijo, 240 pertenecen a cada padre. Y de esos 240, 90 son no transferibles: es decir, si el padre no los coge, se pierden, no se los puede pasar a la madre. En Suecia, el 25% de los días de permiso de maternidad-paternidad los cogen los hombres, una cifra que el Gobierno quiere mejorar".
Pues bien, con todo y con eso, latasa de fecundidad está en el 1,8 y cayendo desde hace una década. Sí, es cierto que, puestos a comparar con el resto de Europa, no es una mala cifra. Pero tampoco es buena y esconde, además, una trampa estadística que se repite en todo el Viejo Continente. Un porcentaje creciente de los niños nacidos en los países más ricos tiene una madre nacida fuera de la UE (en Suecia es un 24%, uno de cada cuatro recién nacidos). En este punto puede iniciarse un debate interesante sobre las consecuencias, los retos y las oportunidades que plantea para la sociedad europea que un creciente número de sus jóvenes tengan orígenes inmigrantes.
Ese es otro tema. Lo relevante aquí es que, cuando vemos las cifras de natalidad y observamos que son ligeramente mejores que en los años 70-80-90, tendemos a pensar que está cambiando la situación-valores-realidad social-etc. que hizo que los jóvenes europeos de aquellos años dejasen de tener hijos. Pero pensar así es engañarse un poco. El mínimo repunte en las cifras visto alrededor del año 2000 ya se ha evaporado. Los millennials europeos siguen sin querer tener hijos. Incluso, quieren tener menos que sus padres.
En este punto, puede surgir otro debate. Sobre si es tan malo que no tengamos hijos. Cuáles son las razones. O qué implicaciones tendrá: económicas, sociales, políticas… Por ahí hay mucho margen para la discusión. Pero no nos hagamos trampas al solitario. Por una parte es verdad que las cifras en nuestro país son peores que en casi ningún otro. Pero viendo los datos de los países ricos, parece claro que los argumentos facilones con los que nos hemos conformado en los últimos años, cuando veíamos hundirse las cifras de nacimientos en España (paro, crisis, guarderías), tampoco nos explican demasiado.
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