Recientemente, la presidenta de la Junta de Andalucía centró su discurso económico en la necesaria contribución de agentes e instituciones andaluces a la modificación del actual modelo productivo y el incremento del empleo, lo que supone cualificar factores y seguir apostando por la innovación en sectores en los que se han hecho muchas cosas muy bien: la agroindustria y el turismo han demostrado su competitividad al ganar cuota de mercado.
También hizo una fuerte apuesta por la industria, con sectores como las renovables o el aeronáutico (según el INE, Andalucía ya es la segunda región en cifra de negocios industriales y la primera en productividad), abierta a nuevas actividades a las que podemos aportar potentes activos, como el PTA en Málaga o el capital que hemos acumulado al vincular universidad y tejido productivo. Aquí, la Presidenta destacó la economía digital (ED).
Estamos acostumbrados a citar las TICs (telecomunicaciones e industrias de servicios de información); la ED añade los servicios y contenidos digitales. Propiciada por Internet, está dando lugar a cambios culturales en el consumo, las relaciones sociales, las formas de hacer política o educar y de ofrecer productos y servicios públicos o privados a las empresas o a las personas.
Permite articular miles de millones de clientes que están conectados por la red con millones de productos y servicios; y crea formas y modelos de negocio nuevos. Es un mundo hiperconectado permanentemente: personas, organizaciones e instituciones y objetos; en el que surgen nuevas ramas de actividad, a la vez que se ven afectados directamente sectores tradicionales.
Y estamos sólo en el principio: Internet ha entrado en una nueva fase marcada por dispositivos móviles, sensores y redes inalámbricas de banda ancha, cloud computing, big data, impresión 3D o el Internet de las cosas. Tenemos, pues, el privilegio de participar en una verdadera “revolución”, en uno de los procesos de cambio más profundos y el más rápido de los vividos por la Humanidad. Sólo unos datos:
— Los 700 millones de teléfonos inteligentes con acceso a Internet de 2011 serán más de 3.000 en 2017.
— El tráfico de Internet se duplica cada 2-3 años; y cada año el de Internet móvil.
— En 2015 habrá 25.000 millones de dispositivos conectados de forma inalámbrica a nivel mundial y 50.000 millones en 2020.
Cierto es que las revoluciones tecnológicas se han unido secularmente al progreso y, pese a las dudas iniciales, las sociedades que han triunfado siempre se han adaptado a esos cambios y han creado nuevos puestos de trabajo en el proceso. Pero hoy la apropiación de valor añadido tiene un patrón de comportamiento territorial global que traslada recursos a EEUU desde una Europa que presenta una balanza digital fuertemente deficitaria.
EEUU dispone del grueso de la industria de contenidos y servicios digitales, con grandes empresas (sólo una europea entre las 15 primeras tecnológicas por capitalización bursátil) que acumulan los beneficios que genera la ED e impulsan nuevas inversiones que se asocian a nuevos empleos.
Por el contrario, Europa ha perdido el liderazgo que tuvo en los primeros años. Es un mercado con altos niveles de renta que inducen una fuerte demanda de consumo de tales contenidos y servicios digitales facilitada por la disposición de infraestructuras. La respuesta de la UE es la Agenda Digital Europea en el marco de la Estrategia 2020, apoyada por el Consejo el pasado noviembre, que reconoce su potencial y la necesidad de superar déficits y obstáculos para generar un mercado único digital europeo.
La Agenda apunta ámbitos de aplicación: medioambiente, salud, formación, o administraciones públicas (contratación electrónica, administración tributaria, agilización administrativa o mejora de los sistemas judiciales). Ante este reto global debe haber una respuesta global europea; es positivo que Andalucía tome posiciones y participe en ella para inducir empleo y contribuir a un nuevo modelo económico y productivo, a la vez que propicia que este proceso sea inclusivo en lo social y en lo territorial.
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