El final de la expansión cuantitativa en Estados Unidos podría ser positivo para los bancos


Muchos banqueros estadounidenses están aplaudiendo el final del programa de expansión cuantitativa (QE, por sus siglas en inglés).


El cambio de sesgo en la política monetaria de la Fed se traducirá en un escenario de tipos de interés al alza en el que los márgenes de las entidades deberían mejorar. En el actual escenario de tipos cero, el margen entre el coste de financiación y el coste del crédito es muy bajo, por lo que tenderá a mejorar cuando los tipos comiencen a subir.

Actualmente es muy difícil anticipar la fecha exacta en que la Reserva Federal tomará la decisión de implementar la primera subida y tampoco hay consenso en la cuantía del incremento, pero lo que la industria está esperando es que una vez se inicie el proceso se termine la compresión de márgenes de los últimos años.

Aunque el final del QE tiene sus puntos negativos en cuanto a que no seguirá aumentando la ingente cantidad de liquidez en el sistema, también ofrece ventajas potenciales a los bancos una vez finalice el programa. Por una parte, los diferenciales de crédito corporativo tenderán a ampliarse, aunque de forma moderada; por otra, se producirá un cambio en el peso relativo entre los créditos a tipo fijo y los créditos a tipo variable.

Los bancos estadounidenses se beneficiarían en ese entorno de una mayor capacidad para reinvertir su liquidez en deuda soberana con mayor rentabilidad, a la vez que les permitirá negociar en mejores condiciones sus diferenciales en los créditos concedidos a empresas y particulares.

Dado que el entorno de tipos, aunque se inicien las subidas, será históricamente bajo, un tipo de interés algo superior no supondrá un incremento sustancial en los costes de financiación de empresas y particulares por lo que no tendrá un impacto significativo en la demanda de crédito.

Más bien lo contrario, las entidades financieras estarán más dispuestas a prestar en un entorno económico más fuerte y con empresas más solventes, que además les permitirán mejorar su margen de intermediación.

La confirmación del cambio de tendencia en los tipos es una buena noticia para los accionistas de los bancos estadounidenses puesto que a un menor riesgo de provisiones (por la mejora de la economía) y a una mayor demanda de crédito (por las expectativas de crecimiento económico) se une la posibilidad de mejorar los márgenes en el negocio tradicional.

En un entorno de subidas de tipos la empresas tienden a financiarse a plazos más cortos para reducir costes, a la vez que aumenta la propensión de la banca a ofrecer tipos variables. Ambas dinámicas son buenas para la industria puesto que duraciones más cortas en los préstamos reducen el riesgo y permiten renegociar los términos con más frecuencia. Además el cambio hacia tipos variables permite ajustar el coste del crédito a los cambios del mercado de tipos.

A aquellos inversores que teman que la retirada del QE pueda suponer un lastre para el comportamiento bursátil del sector financiero conviene recordarles que a escala global la liquidez no solo no debe disminuir sino que probablemente siga aumentando por la acción de otros bancos centrales como el japonés y el BCE.

Teniendo en cuenta que muchos bancos estadounidenses operan a nivel global y que el flujo de capitales en el mundo es prácticamente libre, la retirada de estímulos de la Fed no es tan alarmante como podría haber sido años atrás.

El Banco de Japón parece dispuesto a tomar el relevo de la Fed en términos de expansión monetaria. Su gobernador ha dejado meridianamente claro que su programa expansivo no tiene límites y no reducirá su intensidad hasta que no se consiga el objetivo de situar la inflación por encima del 2%.

En el caso del BCE el compromiso no es tan firme puesto que sigue habiendo reticencias dentro de los miembros del consejo sobre la conveniencia de utilizar políticas monetarias no convencionales.


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